Mientras el gobierno distrae a la opinión pública generando controversias por sus acciones y omisiones, las reservas internacionales disminuyen a paso acelerado y alcanzan niveles que deberían encender todas las alarmas.
De ellas depende que Venezuela pueda cumplir con sus obligaciones, obtener los insumos necesarios para producir, importar los bienes que escasean y evitar una cesación de pagos que la condenaría al ostracismo.
A comienzos de esta semana el BCV informaba que las reservas internacionales alcanzaban 17.930 millones de dólares, 2.000 millones menos que en abril (20.009 millones) y 2.000 menos que en marzo (22.063 millones). De manera que la disminución se puede estimar en 10% mensual. Con el agravante de que la mayoría de las reservas de Venezuela la constituyen lingotes de oro que no forman parte de las llamadas reservas operativas, por lo que es posible estimar que las líquidas no superen los 4.000 millones. Así, como al resto de los venezolanos, al país se le hace difícil llegar a final de la quincena.
En el año 2009 las reservas internacionales eran de 35.830 millones de dólares, el doble del monto actual; y un año antes, en 2008, eran 43.127 gracias a los altos precios del petróleo. El declive pronunciado comenzó en 2013, cuando disminuyeron en casi 30%, por causa del gasto excesivo realizado durante un año electoral.
La situación actual no permite esos lujos. Tanto así que el gobierno ha tenido que recurrir a empeñar parte de las reservas en oro que se encuentran físicamente en el extranjero y a los derechos especiales de giro del demonizado FMI, que tradicionalmente se consideraban intocables, para estirar la cuerda. Tales maniobras no han detenido la fuga de las divisas.
En otros tiempos se decía que en Venezuela era muy poco probable que se produjeran crisis de hiperinflación similares a las que azotaron a varios países de América del Sur a finales del siglo pasado.
Hoy la situación parece desmentir tal sabiduría convencional. Si, como se dice, “no se hace algo” la exacerbación de la inflación, de la recesión y el peligro de la cesación de pagos están a la vuelta de la esquina. Las malas políticas económicas, el desmantelamiento de la industria petrolera, el temor a la toma de decisiones y a la pérdida de popularidad, así como la obsesión ideológica, parecen habernos despojado del blindaje económico del que se pavoneaba el comandante eterno.
En Brasil, Argentina, Ecuador, Perú y Bolivia situaciones similares llevaron al fin de no pocos gobiernos. Lo que nos queda de riqueza petrolera pudiera ayudar a evitar tales desenlaces traumáticos si existiera la voluntad de rectificar y enfrentar la realidad.
La disminución de las reservas internacionales constituye el termómetro más claro que indica el agravamiento de los males financieros y macroeconómicos que hoy padece Venezuela. A nivel más microeconómico y cotidiano, los indicadores más relevantes son el alza de los precios, la escasez, la recesión y el deterioro en la seguridad ciudadana.
Fuente:El Nacional
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