viernes, 22 de mayo de 2015

¿Está colapsando Venezuela?/VenEconomía viernes 22may15

Por: VenEconomía
La tarde de este jueves 21 de mayo las redes sociales saltaron informando sobre la escalada sin precedentes del dólar paralelo.


La divisa, según informaban las páginas de internet que reportan su movimiento, escaló en la jornada 25%, para ubicarse en Bs.402:$ para operaciones en efectivo a las 5:30 p.m. Una cifra 63,8 veces por encima de los Bs.6,30:$, la tasa de Cencoex, la más baja del mercado; 33,5 veces por encima de la segunda (el SICAD) de Bs.12:$; más de Bs.200:$ sobre la tasa de compraventa libre del Simadi, la cual cerró este jueves en Bs.199,77:$ y Bs.87:$ más que su valor de apertura de esta semana que inició el 18 de mayo.


El paralelo, independientemente de lo que afirme el Gobierno y lo que quiera imponer con su política de control cambiario, es el marcador referente informal para casi todos los costos y precios de bienes y productos que demandan los venezolanos.

Este descontrol histórico del dólar paralelo, que afecta a toda la economía de un país que depende de las importaciones, es apenas un síntoma de una economía que agoniza y de un proceso “revolucionario” que ya no puede esconder su enfermedad terminal.

La imposición de rígidos controles de cambio y precios mantiene estrangulado al sector productivo nacional y llevado casi a la inexistencia los inventarios de las empresas.

El deterioro del Estado de Derecho, la politización de las políticas públicas, el irrespeto a las reglas de juego y el uso del sistema de justicia para el acoso y la persecución del sector privado han deteriorado al extremo la confianza del inversor. A ello se le suma la corrupción generalizada denunciada en instancias internacionales, que apenas muestran la punta del gigantesco desfalco contra las arcas públicas, y las últimas denuncias que involucran a funcionarios venezolanos con el tráfico internacional de drogas y con el terrorismo, generan además un clima de desasosiego en los inversionistas foráneos.

La caída de los precios del petróleo, encontró las arcas públicas vacías por el gasto dispendioso y la corrupción y sacó a flote las severas distorsiones que existen en la economía tras 16 años imponiendo políticas erradas y comprobadamente fracasadas. Hoy Venezuela es golpeada por una indetenible espiral inflacionaria y una escasez generalizada debido a la fuerte caída de la producción y caída de los ingresos. El Estado está endeudado, con escuálidas reservas internacionales y con poco margen de maniobra para seguir girando la rueda.

Lo peor, el Gobierno de Maduro en vez de rectificar el rumbo, está decidido a profundizar el cáncer de un comunista ya descontrolado –amenazando con nuevas leyes de precios y de cambio–.  Además de insistir en raspar la olla en busca de recursos que permitan reflotar el gasto y el reparto populista que tantos réditos le ha dado a su revolución, tanto a nivel nacional como internacional. Ejemplo de ello es el reciente retiro de $383 millones de su cupo de los Derechos Especiales de Giro (DEG) depositados en el Fondo Monetario Internacional.

La situación de desconfianza, de anarquía, descontrol e inacción que vive Venezuela es de tal magnitud que se parece a un paciente con una enfermedad terminal, donde el más mínimo estornudo puede generar una neumonía.

El colapso de Venezuela está presente además en la fuerte tensión social que se ve y se siente en la calle. 1) En la desesperación, y desesperanza, que producen las interminables colas para adquirir cualquier producto regulado, una odisea que consume el valioso tiempo de los venezolanos y afecta a la productividad de las empresa. 2) En los saqueos a camiones de distribución de productos por pobladas en gran parte de las vías nacionales. 3) En los cada vez más frecuentes y peligrosos ajusticiamientos llevada a cabo por una población que cansada de tanta delincuencia impune, toma justicia con sus manos. 4) Los enfrentamientos de cuerpos policiales y pranes, para decidir quién domina las llamadas zonas de paz.

Toda una olla de presión, que puede reventar en cualquier momento, ante los ojos de una población indefensa y atónita por tanto desafuero.

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