domingo, 1 de marzo de 2020

El Liberalismo en Venezuela entre la teoría y la práctica

LEONARDO OSORIO BOHÓRQUEZ / IDEAS EN LIBERTAD 01MAR2020
En este trabajo entendemos el liberalismo en un sentido amplio y no solo en cuanto a su orientación política o económica, se fundamenta en términos generales en la defensa de libertades individuales, resguardo  a la propiedad, igualdad ante la ley, seguridad y un Estado limitado en sus competencias.



En el caso venezolano, desde el siglo XIX las constituciones adoptaron los principios liberales y republicanos plasmados desde la constitución de 1811. En las leyes se recogían las ideas referentes a limitar el poder del Estado, separación de poderes, libertad de  industria, entre otros aspectos fundamentales.


Es el cumplimiento de esos principios lo que ha causado el mayor progreso de la historia de la humanidad a las naciones donde se ha aplicado de forma efectiva. La pregunta que cabe es, ¿Por qué en Venezuela no hubo prosperidad a partir de la aplicación de esos fundamentos liberales?


La respuesta a tal interrogante ha llevado a muchos debates, no solo en el caso venezolano, sino también en el resto de América Latina.  Algunos autores sostienen que la falta de prosperidad se debe a la aplicación de un programa liberal que solo favorece a los grupos oligárquicos.


Argumentan que el liberalismo solo beneficia a las elites, a costa de una gran desigualdad y empobrecimiento de las mayorías. Los marxistas son los que más gustan de ese tipo de interpretaciones. Pero se deben dar ciertas condiciones para el real funcionamiento de un Estado liberal.


Es una realidad que en los inicios de la República en Venezuela hubo una constante inestabilidad política, con una prominente debilidad institucional difícil de subsanar. En ese escenario las leyes no se acataban al igual que durante la colonia, y eran cambiadas comúnmente según los caprichos del gobernante de turno.


La estabilidad jurídica es una condición del progreso al igual que la garantía del cumplimiento de la ley. En ninguno de los dos casos se puede decir que en Venezuela  las autoridades garantizaron el orden en el país. Esto nos lleva al problema de la falta de seguridad.


Las guerras civiles o los alzamientos por parte de los caudillos fue una constante en la historia nacional, al no haber un ejército profesional al servicio del poder público, era difícil lograr mantener pacificada la nación. Esto no se resolvería sino hasta el siglo XX cuando se logra ejercer efectivamente el monopolio de la violencia.


La seguridad es fundamental para el efectivo funcionamiento de una economía liberal, sin el adecuado respaldo a la propiedad y la integridad personal no hay garantías para la inversión y la estabilidad económica. En Venezuela fueron comunes los continuos saqueos a las haciendas y propiedades en los escenarios  de guerras civiles.


No hay forma de prosperar con esos conflictos, la protección de las autoridades era fundamental. Esto nos lleva al punto de la libre competencia. En Venezuela los sectores mercantiles siempre trataron de vincularse a los caudillos de turno para hacer negocios. Esto fue una constante en el siglo XIX y no cambió prácticamente en  el XX.


A pesar de manejar la tesis común planteada por Manuel Caballero de Gómez como un tirano liberal, en realidad este gobernante usó el poder político para lucrarse a través de múltiples negocios. Las mismas constituciones empezaron a manejar la posibilidad de otorgar derechos exclusivos a quienes instauren una industria inexplotada en el país.


De esa forma se impedía la aparición de nuevos competidores y esto dio lugar a la formación de diversos monopolios amparados por el poder político. Esto es totalmente contrario a las tesis liberales, y fue uno de los impedimentos para consolidar una economía de mercado.


Otro factor fundamental fue la arbitrariedad en las políticas tomadas por las autoridades. Esto se vio en materia fiscal sobre todo en el siglo XIX, cuando ante las urgencias económicas debido a situaciones de guerra o baja en los precios de exportación de los rubros agrícolas, se solicitaban empréstitos forzosos.


La incertidumbre ante esas solicitudes de empréstitos forzosos solo hacia retroceder la tasa de inversión lo que a la larga perjudicó la recaudación por vía impositiva. Pero las urgencias económicas llevaban a los gobernantes a establecer esas políticas sobre todo en tiempos de guerras civiles. Mantener el poder siempre fue lo prioritario para las autoridades.


Las sumas muchas veces eran exorbitantes, y en la mayoría de los casos no le eran devuelto los préstamos a los ciudadanos. Terminaba siendo otra forma de saqueo a la riqueza privada, algo completamente contrario al principio de defensa de la propiedad de los ciudadanos.


Los impuestos ordinarios podían no ser muy altos, pero a veces los aranceles eran elevados y la prohibición de importación de ciertos bienes producidos en el país, impedía realmente un libre mercado. En la práctica era la continuación de políticas mercantilistas. Ante esa realidad, según Yuleida Artigas hubo varios problemas que explican  el fracaso del liberalismo en Venezuela en el siglo XIX:


Nuestra hipótesis estima que las dificultades y fracasos del liberalismo, se explican por el peso decisivo de los fundamentos tradicionales de  la economía agropecuaria, marcada por la debilidad de la propiedad como  institución, agravada por la guerra con sus secuelas de destrucción, en medio de la pobreza reinante, y la movilización de los desarraigados, nómadas ajenos a un orden normativo fundado en la propiedad, fueron factores que  permitieron la consagración de la fuerza como expresión del poder político,  y como vía para el acceso a las precarias fuentes de riqueza.[1]


Si los puntos centrales del liberalismo son propiedad, seguridad, libertad e igualdad vemos claramente como estos principios nunca fueron garantizados en la práctica política venezolana. En el siglo XX se abandona la idea de construir una economía liberal con la puesta en práctica de nuevas ideas.


Con la explotación petrolera durante el gobierno de Gómez  la economía comienza a cambiar, esta vez el Estado se trasforma de un régimen meramente regulador a uno capaz de influir directamente en los procesos económicos como financiador en muchos casos de diversos sectores empresariales.


El estatismo en Venezuela se afianza de manera más fuerte, las leyes que regulaban la llamada libertad de industria son cada vez más notorias, al punto de volver la libertad económica una mera entelequia jurídica, la propiedad privada se subordina entonces a las necesidades sociales.


Los derechos sociales comienzan a eclipsar a las libertades individuales, el Estado empieza a ser el principal motor de la economía, tanto empresarios como sociedad en general demandan beneficios por parte de las autoridades. Se desarrolla una mentalidad anticapitalista, es el gobierno el encargado de distribuir la riqueza entre los diferentes sectores del país.


El liberalismo entonces nunca logra consolidarse en la realidad venezolana, solo fue aplicado de forma parcial y expresado en las primeras constituciones, pero la arbitrariedad de las autoridades, la concesión de privilegios a ciertos grupos,  la falta de seguridad jurídica y política, y luego el marcado estatismo a  partir de la explotación petrolera impidieron su éxito.




Referencias
[1] Artigas, Yuleida. (2018). La igualdad de los pardos y los primeros liberales venezolanos. Revista Presente y pasado. Volumen 23, Nº 46. Mérida Venezuela. Universidad de Los Andes.  P. 227.
Imagen: Obra “La miseria”, 1886, de Cristóbal Rojas
Tomada de: Ideas en Libertad

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