domingo, 1 de marzo de 2020

Serie: Crónicas del socialismo del siglo XXI. #4 La Revolución Cultural

EZIO SERRANO PÁEZ / IDEAS EN LIBERTAD 01MAR2020
Benito Rodríguez era un estudiante crónico de la  Escuela de Antropología. Allí conoció a  Nubraska Díaz,  bastante más joven, pero ambos esclarecidos con  ideas de rebeldía  anti-sistema. Eran tiempos de la revolución en ascenso, y la pareja  muy pronto se vería involucrada  en el torbellino de pasiones característico de aquél momento. 
Para unos, la vida humana la rige el azar, para otros,  nada ocurre por casualidad.  Pero en todo caso,  un tercer personaje se añade a esta historia de vidas  que se cruzan para  producir un resultado absolutamente inesperado. Benito y Nubraska conocieron a Radamés Santana, veterano  profesor de Teoría y Métodos del Pensamiento Primigenio.


Con el triunfo de los revolucionarios, el nombre  del  profesor comenzó a sonar, primero como diputado,  luego  como  director de planificación  cultural, y últimamente se sabe de su proximidad con el Ministro de la Cultura. Progresivamente se fue alejando de la vida universitaria para adentrase en el laberinto de la administración pública.  La relación  de Benito y Nubraska comienza a  debilitarse  cuando ella es  invitada a trabajar en aquel ministerio como asistente del profesor  Radamés Santana.  Benito, por su parte,  radicalizado en sus posiciones ideológicas, y algo afectado por la indiferencia de Nubraska, abandona la universidad y decide dedicarse a la medicina natural basada en hierbas autóctonas.


El espacio académico que en un momento vinculó a los tres personajes ya no los une. En cambio, a los oídos radicalizados de Benito Rodríguez llegan noticias inquietantes. El profesor Santana,  quien con un leve esfuerzo podría ser abuelo de Nubraska, la tiene como personal de la más alta consideración. Ha de ser por su eficiente labor, piensa, mientras muele hierbas de malojillo. Eran los tiempos de la Pax Cadivi, tiempos de abundancia que permitieron al profesor aportar los recursos necesarios para que Dubraska  invirtiera en su futuro  mejoramiento profesional. Con tales recursos  pudo practicarse la lipo escultura de espalda, abdomen, muslos, brazos y papada. Todo  en un solo taller de perfeccionamiento laboral.


La preocupación del docente  por el adecuado ambiente de trabajo de su personal, lo incitó a invertir  en los implantes mamarios que ahora Dubraska luce con orgullo. Los implantes de glúteos  vendrían luego como parte de un curso de extensión. Tal información era procesada por Benito como señal inequívoca de traición a la pureza de los sagrados principios de vida autóctona  que deben ser practicados por los revolucionarios. No hay modo de entender, según Benito Rodríguez, la relación existente entre la cirugía estética y el ascenso en los cargos de la administración pública.


Sin duda, hay diferencias  importantes  entre los tres personajes. Mientras  Dubraska escala vertiginosamente su escalafón laboral, esculpiendo su figura, Benito se enrola en el  colectivo América India y Profunda (A.I.P). En tanto  el profesor  Radamés Santana decide  aplicarse una  cirugía de alargamiento del miembro, a petición de su joven asistente. Mientras la dispar pareja aprovecha las tecnologías clínicas para explorar los senderos turbulentos del erotismo,  Benito  por su parte, en un día de resistencia indígena, participaba  en la destrucción de la estatua de Cristóbal Colón: había que deshacerse de  los símbolos de nuestros opresores, decía, mientras arrastraban los bloques restantes a la caída del almirante genovés.


Al parecer, no todos los extremos se tocan. Una curiosa orden emanada de lo más alto del poder, habría  de reconstruir el  contradictorio triángulo. Se había convocado a todos los grupos y colectivos vinculados con la cultura y el rescate de la identidad nacional originaria. Las directrices  que llegaban de la máxima jefatura del Estado propugnaban “Una Revolución Cultural”.  Pero no cualquier revolución. Se trataba de la vuelta a las raíces, el rescate de lo auténticamente  nuestro,  la reivindicación definitiva de lo más puro y genuinamente nacional,  por  oposición a la cultura imperialista neoliberal del capitalismo.  Todo el funcionariado debía  actuar en consonancia con la exigencia y dictamen del  inobjetable ductor de la patria, el presidente obrero.


Las directrices emanadas de  la presidencia anunciaban, la futura creación del Ministerio del Pensamiento,  el cual tendría  como líneas claves de la Revolución Cultural, la eliminación de las  incongruencias  denunciadas por el presidente obrero.  Ya basta  de lucir contradictorios e incongruentes  al  enfrentar el imperio y a la vez vivir de sus proventos, renegar de la riqueza mientras se amasan fortunas en el exterior, rechazar  el lujo mientras se vive a lo saudita, atacar el consumismo  mientras se  impulsan bodegones.  En fin,  había llegado la hora de  confrontar el guayuco con  Versace, la hora de ser radicalmente  auténticos. Sin duda,  le había llegado la hora a Benito Rodríguez para expresar sus verdades.


Radamés Santana, como director encargado de la  plenaria, se hizo acompañar por su exuberante asistente. Esto causo el asombro de los presentes, incluyendo al propio  Benito, quien pudo confirmar los rumores escuchados.   Pero mayor asombro causó  la explicación de  Santana:  El Ministerio estaba convocando a todos los “creativos” para  una  “Brainstorming” que permitiera recoger los aportes para confrontar adecuadamente la ideología capitalista y  las perversiones de la cultura occidental  imperialista en las propias filas revolucionarias.


La gente de América India y Profunda (A.I.P), tomo la iniciativa y el control de la asamblea. Iniciaron formulando   las propuestas a cargo de los más brillantes y  radicales de sus militantes.  Uno de ellos expresó su odio mortal  a la tecnocracia  corrupta  y pestilente:


-Para superar este flagelo, debemos adoptar medidas realmente radicales.  Como por ejemplo se debe detener la explotación del petróleo, ese odioso excremento del diablo que nos ha llevado a depender de la tecnología  imperialista,  fuente nutricia del consumismo nacional.


-Estoy de acuerdo con el camarada Manuel.  La riqueza petrolera debe permanecer en las entrañas  de la madre tierra pues de ella venimos y allí regresaremos, así sea como polvo- Dijo el camarada Rubén.


Aquella propuesta encendió la llama creativa de los demás presentes. Les resultó algo verdaderamente genial pues el petróleo es el verdadero cordón umbilical que nos amarra a la dependencia extrajera. En consecuencia, había que romper esa maldición.  A partir de ese instante, llovieron las propuestas que nos conducirían por el sendero de la autenticidad y pureza espiritual de nuestro pueblo.


-Se deben eliminar las carreteras asfaltadas. Propuso el futuro  viceministro de vigilancia del pensamiento. En ellas está presente el malévolo influjo del petróleo. Las carreteras sirven para vincular centros de consumo y de allí al consumismo hay sólo un paso-.


Con tan brillante observación los asistentes entraron en calor  y quedó allanado el camino a propuestas cada vez más radicales  y novedosas.


Otro funcionario acotó:


-Si eliminamos las carreteras, cosa que apoyo sin condiciones, debemos reivindicar las trochas. ¡Si camaradas! Nuestros aborígenes se desplazaban en trochas a través de llanos, montañas y selvas y eran felices, muy felices, no eran consumistas, vivían en comunidad- Los asistentes rompieron en un estruendoso aplauso indicativo de aprobación y  de radicalización creciente.


-La trocha Caracas-La Guaira debe ser declarada Monumento Histórico Nacional, que se aprovechen todas las trochas que la naturaleza ocasione, propuso otro al borde del éxtasis y seguido de más aplausos. En realidad ya la radicalización alcanzaba niveles máximos. Ello animó a Benito Rodríguez,  a la sazón,  coordinador nacional de ideología médica, barro, aroma terapia y hierbas milagrosas,  a condenar el petróleo por sus efectos en la salubridad pública:


-Ese excremento del diablo impuso la ideología tecnocrática en la salud, por su culpa el doctor Gabaldón,  un aliado del imperio, regó a Venezuela con DDT, un tóxico terrible. Por su culpa perecieron millones de mosquitos, algunos inocentes. Propongo un minuto de silencio por cada uno de los caídos, y que la malaria sea reivindicada en su noble papel de proporcionarnos el equilibrio demográfico y sustentable que hemos perdido por culpa de la cultura industrialista auspiciada por el petróleo y el imperio.


Esta propuesta del Benito Rodríguez lo habría llevado a su apoteosis de no atreverse a  mencionar otro aspecto sanitario:


-La ideología capitalista y tecnocrática tiene que ser derrotada si queremos ser realmente auténticos y originales. Se deben eliminar hospitales, clínicas, equipos médicos y demás artificios que nos impone esta ideología  y la pseudo ciencia.  Las hierbas  y el glorioso barro originario son la alternativa nacional, natural y revolucionaria.  Los asistentes seguían aplaudiendo  hasta que:


-Propongo  ¡¡que se eliminen las cirugías estéticas y el viagra!! ¡¡Son  una  verdadera afrenta del imperio y la tecnocracia que nos esclaviza en el consumismo!!


El silencio se hizo y no fue por el  duelo en memoria de los  mosquitos. Fueron escasos segundos pero  de vocación infinita. El viejo Radamés Santana,  amante ardoroso, sintió un vacío en el pecho. Dubraska permanecía gélida y muda.  De pronto,  José Cruz, quien aspiraba  una cirugía de alargamiento,  jefe de planeación ideológica, conocido entre las chicas como “el chucuto”,. Fue quien decidió romper el silencio con su intervención: creo que es mejor pasar a otros puntos de la  revolución progresista y humanista. Pasemos a considerar la inminente invasión yankee, pero hagámoslo desde las respectivas oficinas. Todos acogieron la sugerencia, la asamblea había concluido, mientras  Benito Rodríguez el proponente, intentaba comprender lo ocurrido.


Referencias
Imagen: Obra “Indiscreción” de Everett Shinn
Tomada de: Ideas en Libertad

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