No es momento para que Nicolás Maduro y la élite que le hace comparsa en el Gobierno sigan queriendo jugar al tin marín. Ese juego de niños que buscaba que los participantes se desmarcaran de la culpa al son de ¨Tin marín de dos pingüé, Cúcara, mácara, títere fue, yo no fui, fue Teté¨.
Y no es el momento porque el país está viviendo un colapso sin precedentes: 1) Una economía que acumula siete trimestres consecutivos en recesión, desde el primer trimestre de 2014, según lo informó el propio Banco Central la semana pasada. 2) Unas reservas Internacionales Brutas de $15,57 millardos para el 20 de enero, $799 millones (4,9%) menos que las existentes para el cierre de 2015 y $14,32 millardos (47,9%) menos que las del cierre de 2012. Reservas que no alcanzan a cubrir dos semanas de importaciones 3) Una Liquidez monetaria (M2) que para el 15 de enero ascendía a Bs.4.026,74 millardos, Bs.2.004 millardos (101,1%) más en los últimos 12 meses vs. los Bs.1,2 billones que circulaban en 2012. Esto corrobora la errática política monetaria del BCV de financiar el déficit fiscal y otros gastos del Gobierno con dinero inorgánico. 4) Con una inflación que, según el FMI, en 2015 rondó por 270% y proyecta dispararse a más de 500% en 2016. 5) Un desabastecimiento de bienes de capital, alimentos y medicinas de más del 80%. Y 6) un precio del barril de petróleo que sigue en caída, para un promedio de apenas $21,63/bbl en la semana del 22 de enero, acercándose vertiginosamente a su precio de producción que, según Elogio Del Pino, presidente de PDVSA, es de $18/bbl.
Estos números indican que Venezuela está montada en un barril de pólvora que amenaza con explotar en cualquier momento y llevar a los venezolanos a una hambruna y un estado de calamidad si precedentes.
Sin embargo, Maduro en sus últimas apariciones públicas; con sus recientes movimientos de Gabinete Ejecutivo; la creación de un Consejo Nacional de Economía Productiva, un adefesio sin lógica ni objetivos claros; y su Decreto de Emergencia Económica, sigue buscando a su ¨Teté¨, en su eterno juego de Tin marín.
Maduro recurrió a este Decreto de Emergencia Económica como una jugada maestra para evadir su intransferible responsabilidad de gobernar y crear un medio de transferencia de coste político para empantanar al Legislativo al hacerlo coparticipe del fracasado plan económico del Ejecutivo.
Si la Asamblea lo hubiese aprobado, el Gobierno le hubiese hecho co-responsable” del desastre en puertas. Y, al rechazarlo, el Gobierno hubiese insistido que la Asamblea le ató las manos, por lo cual “la culpable” era la Asamblea.
Muy hábil jugada, si no fuese tan fácil dejar al descubierto la mascarada: ¿para qué necesita Maduro unos poderes supra habilitantes, si pudo evitar llegar a esta situación de emergencia usando con raciocinio, inteligencia y visión de país las cuatro leyes habilitantes otorgadas en sus tres años de Gobierno por la bancada parlamentaria del PSUV. Una de ellas, la tercera de su mandato (19 de noviembre 2013- 19 de noviembre 2014), que le dio manos libres y dedo legislativo por 12 meses para encarar la llamada “guerra económica”.
Pero, al Gobierno le salió el tiro por la culata al no comparecer los ministros de la economía ante la Asamblea, porque la interpelación era pública y transmitida por los medios de comunicación.
Con su desacato el Gobierno dejó ver que la situación del país es tan grave que el “costo político” de informar sobre la situación era mayor que no asistir a las interpelaciones de la Asamblea. Quedó al desnudo y ya no hay forma de “culpar” a la unidad democrática por la crisis.
Lo que falta por ver es qué hará Maduro para salir ileso de esa trampa jaula. El tiempo se agota, y el país clama por soluciones.
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