miércoles, 10 de diciembre de 2014

Calma chicha/editorial Tal Cual miércoles 10dic14

Fernando Rodríguez/TalCual
Es cierto que el país, sus dos mitades, sus dos polos, parecieran estar en ese estado del mar en que nada se mueve demasiado, en que un aire pesado e inmóvil se posa sobre él. Lo que algunos llaman calma chicha.


Pero nosotros agregaríamos, para hacer el cuadro completo, que hay en el inconsciente nacional el sentimiento de que algo así como un tsunami se está formando en algún lugar impreciso y que en poco tiempo se abatirá sobre el país. Sin duda es básicamente económico pero por ende también político.

Un destacado filósofo francés solía decir que en las situaciones de crisis sociales extremas es frecuente la disminución de las acciones colectivas y una especie de escepticismo se generaliza porque cada quien anda en lo suyo, tratando de sobrevivir en las difíciles situaciones que padece y al diablo las causas y las banderas. A diferencia de algunos comunistas y anticomunistas toscos que piensan que mientras peor se ponen las cosas tanto mejor para la acción que los favorecería. Es necesario que la conjura de muchos demuestre su eficiencia, cambie y mejore algunos aspectos, para que empiece a alcanzar credibilidad y poder de movilización. Algo de eso podría estar pasándonos.

Traemos esto a colación para referirlo a nuestra oposición. Las críticas que se le hacen casi todas giran en torno a dos temas, esa visible inmovilidad frente a un gobierno que se autodestruye ante sus ojos. O la supuesta existencia de una abismal fractura en su seno.

Nosotros pensamos que la segunda no debe ser muy cierta porque mucho y muy fuerte ha llovido estos meses y permanece unida y, por otra parte, a las parlamentarias hay que ir juntitos y así irán.

Pero lo del inmovilismo preocupa porque, ciertamente, ni una marchita muy pacífica, de esas en que llevamos a los muchachos y al abuelo, se puede plantear porque van cuatro gatos. Si lo sabrá Chúo Torrealba que así quiso debutar. Y de más está decir que las guarimbas se acabaron de todas todas. Lo de la constituyente y el congreso son gimnasia o yoga. Ni diálogo ni salida, pues.

Ahora bien, si aplicamos la fórmula del francés podríamos intentar salir del desgonzamiento con una acción eficiente que tenga efectos tangibles y por tanto demostrativos de que cuando nos congregamos sí podemos. Por ejemplo las tareas más a la mano en estos días, no olvidar tampoco que entramos en la navidad, pudiesen ser los presos políticos y las elecciones en curso de segmentos importantes de los poderes judicial, electoral y moral. Respecto a este último objetivo hay sin duda una cierta negociación con el gobierno, problemática por supuesto. Bueno, sería un éxito que esas cosas dieran resultados decentes, todo es posible. Sería un punto. Pero si los jerarcas del gobierno no actuaran como caballeros sino como lo que son (Groucho Marx), la cosa se complica. Pero podría ser otro punto que mandáramos ese y otros diálogos al carajo y nos propusiésemos llevar un proceso electoral en términos de guerra y mostráramos un real cuestionamiento de los otros poderes. Algo similar se podría decir de los presos políticos, que la bulla que armemos sea por lo menos equivalente a la que cada día llega del exterior, de los lugares, personalidades e instituciones menos previsibles. La mesa redobla la apuesta y tiene con qué frente a un gobierno tan enclenque, hasta incapaz de desearse un feliz año 2015.

La mesa tiene programa de sobra, el sentido común para empezar. Tiene líderes, sobre todo si se piensa en lo poco que piensan los gobernantes. El mundo le empieza a dar la espalda a esa monstruosidad política que llaman chavismo. Y la mabita se cierne sobre todo lo que toca Maduro.

Solo le falta encontrar maneras de actuar, de acabar con la calma chicha antes de que nos arrase el tsunami ese que anda por ahí.

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