Xabier Coscojuela/TalCual
El hombre aparece cada vezmás inseguro. Está siendo desbordado por los acontecimientos. Nunca fue buen imitador de su “padre” a la hora de tomar la palabra, y el tiempo lo ha hecho más evidente.
Niega la realidad, se refugia en batallas ocurridas hace más de cien años de las cuales está a buen resguardo. Toca la tecla del patriotismo para tratar de ganar apoyos. El pan está cada vez más escaso y caro y el circo es de peor calidad.
Sabe que los dólares cada día que pasa son menos. Cuando el descenso de los precios del barril ya era una tendencia, por ahora, irreversible, aseguró que su gobierno no tendría problema alguno por eso.
Que el presupuesto de la revolución estaba blindado. Al parecer dicho blindaje era de hojalata pues días más tarde anunció un recorte de 20% en los gastos suntuarios. El que existan dichos gastos ya es una burla para la mayoría de los venezolanos que viven padeciendo su mal gobierno.
Esta semana afirmó que el dólar paralelo “en la realidad económica venezolana no existe”. Resulta que su partido aprobó una ley según la cual quedaba prohibido a los medios de comunicación informar del valor del dólar paralelo. A lo anterior se agrega que el propio Maduro dijo hace algo más de un año que le iba a torcer la muñeca a dicho dólar, mientras que su entonces ministro de Energía aseguró que lo volverían polvo cósmico. El que se está convirtiendo en polvo cósmico es el bolívar en el bolsillo de los trabajadores.
Quien aseguraba que el precio del barril no le quitaba el sueño, ahora denuncia un cerco financiero, y dice que la banca internacional no le quiere prestar.
Es lógico que no lo haga, que tengan recelo en darle un dólar a un gobierno que, al igual que el de su predecesor, ha dilapidado una enorme cantidad de miles de millones de dólares, dinero derrochado y robado en buena medida. Nunca olvidemos la denuncia de Jorge Giordani.
Ante semejante problemón tiene más de una semana recordando batallas. Habla de la de Urica pero pierde la de la inflación; recuerda el triunfo de Ayacucho pero es derrotado por la escasez. Rememora la de Santa Inés y sus generales no son capaces de ganarle una a los malandros.
El miércoles aprovechó la decisión del Senado de Estados Unidos para apelar al patriotismo. Nosotros no estamos de acuerdo con que ningún país se inmiscuya en los asuntos de otro y la nación que preside Barack Obama no tiene autoridad moral para estar reclamando el cumplimiento de los derechos humanos a nadie, pero ese gobierno no se metió con Venezuela sino que señaló a algunos funcionarios de la administración de Maduro por violar los derechos humanos.
Tampoco hizo falta que Lilian Tintori hiciera lobby en ese país, como afirmó el presidente. Todo el mundo que se interesó por lo que ocurrió en Venezuela, a partir de febrero, pudo observar la desproporcionada represión que ejerció el gobierno de Maduro en la cual participaron grupos paramilitares que actuaron con total impunidad y apoyo de las autoridades.
Esa represión generó violaciones a los derechos humanos, algunas se mantienen como la que reportamos el pasado martes en este diario del estudiante Gerardo Carrero, quien tiene muchos días sin ver la luz del sol. De esta y otras irregularidades se debería ocupar el Presidente y no estar amenazando a Obama, amenazas que por cierto el presidente estadounidense las ignora olímpicamente.
No está demás recordar que en la propia Constitución nacional se establece que los delitos contra los derechos humanos no prescriben. El Presidente y quienes lo acompañan en su gobierno harían mejor en ocuparse de enderezar la economía y de juzgar a quienes cometieron excesos durante la represión. El circo se les está acabando.
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