Fernando Rodríguez/TalCual
Seguramente ni Chávez tenía, ni Nicolás Maduro, ni su entorno, deben tener muchas nociones sobre la vida intelectual del país y del orbe. Es la explicación más simple y verosímil de atropellos como los del IVIC, los de las universidades autónomas o la destrucción de las instituciones culturales. Ignorancia sazonada con resentimiento e intoxicación ideológica.
Seguramente Maduro no debe saber quiénes son Ricardo Haussman y Moisés Naím, dos venezolanos que han alcanzado la más alta figuración en el mundo cultural internacional. Y que son la antítesis de la montonera que nos gobierna. Ello debe estar implícito en el insulto que éste les ha lanzado de “traidores a la patria”.
Es obvio que estas acusaciones pertenecen al reino de la imbecilidad que decía Germán Carrera de otros atropellos similares. Pero no hay que dejarla pasar como una patanería más del incontinente acusador.
Esto porque lleva al extremo una tesis capital del régimen despótico que nos agobia. La reiterada categoría del enemigo interno, el más sucio de los ardides para acallar la oposición o para castigarla.
El pecado cometido de los dos ilustres ciudadanos es simplemente escribir brillantes y penetrantes artículos sobre la realidad nacional, leídos en variadas latitudes y hasta por calificadoras. En otra mentalidad más sana se hubiese agradecido sus atinados diagnósticos, condición necesaria para la medicación y la sanación eventual de la patria. Aquí sucede a la inversa, como las calificadoras han puesto a Venezuela en el rabo del mundo estos caballeros deben ser sus agentes tarifados que quieren acabar con nuestra muy sana economía bloqueándole créditos. En definitiva que éstos deberían renunciar a escribir, maléfico oficio, y de no hacerlo deberían renunciar a decir verdades, en este caso grandes como templos. Así servirían a la causa como esos compañeritos que a todo le dicen Chávez vive y cosas por el estilo. Muera la inteligencia, pues.
Como hay un implacable enemigo exterior si usted marcha arrecho contra los apagones, digamos, usted desestabiliza y sirve al Imperio. No marche, entonces. Si le molesta que haya presos políticos y que los maltraten sistemáticamente está repitiendo lo que dicen los que nos ponen sanciones que irrespetan a la patria. Tranquilícese. En síntesis, toda forma opositora es pasible de etiquetarla de complicidad interna con el enemigo, con el cual, óigase, estamos en guerra de todo tipo, menos armada curiosamente. Esto es muy viejo y harto frecuente en la historia del comunismo, en los juicios atroces de Moscú contra centenares de militantes auténticos (todos agentes de potencias enemigas), o en los dividendos que le ha sacado Fidel Castro al embargo gringo.
Tanto el gobierno anterior como el presente han manejado la miserable letanía, desde pitiyanquis y cómplices de la ultraderecha internacional hasta, justamente, traidores a la patria. Todo ello para evitar la crítica y la resistencia a la demolición del país que han practicado los que se pretenden usufructuarios del patriotismo. Pero no deben preocuparse tanto por esos teóricos burgueses, una manada de intelectuales vino a solidarse con el proceso, entre los cuales fue destacada la figura de Piedad Córdoba y se bautizó un libro insólito de un español sobre el pensamiento económico de Hugo Chávez.Económico dije.
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