Las voces que con claridad, consistencia y coraje van sumando su preocupado llamado de atención y denuncia sobre el derrumbe en Venezuela de pilares esenciales para la democracia, van configurando un potente coro.
Advierten sin cortapisas la desnudez del gobierno venezolano cuando habla de paz y de sus éxitos mientras proclama la guerra, atribuye a otros la ruina nacional y divide al propio país entre leales y traidores. El coro que crece, también hace difícil el ocultamiento de lo descosido en los gobiernos que guardan silencio.
En estos días, cuando bajo el pretexto de una invasión se asoman nuevas formas de control y represión, la voz de Mario Vargas Llosa vuelve a sumar argumentos a los de intelectuales y respetables políticos latinoamericanos y del mundo. Lo ha hecho esta vez desde la Universidad de Lima, en un seminario sobre las oportunidades y desafíos de América Latina en cuyo primer panel, dedicado a Venezuela y la libertad, habló junto a Mitzy Capriles y Lilian Tintori. La sola invitación a estas dos indoblegables venezolanas es evidencia tan significativa y contundente como incómoda para los gobernantes que prefieren mirar a otro lado.
Lo que han recordado la iniciativa y el discurso de Mario Vargas Llosa- como esta misma semana la actitud y las palabras de Felipe González y, antes y después, las de otros expresidentes, líderes políticos e intelectuales del mundo, organizaciones y defensores de derechos humanos y el propio Papa Francisco- es que ese mirar a otro lado, aunque a veces con una que otra referencia vaga a la importancia de dialogar, ya no pasa desapercibido.
La aceleración de los abusos de poder en Venezuela magnifica esa indiferencia a los ojos de sus propios países, que perciben como insuficientes los gestos incompletos. Así lo testimonió el ilustre anfitrión del foro de Lima: “Me alegro, dijo a Tintori y Capriles, de que la primera ministra de Perú las haya recibido y que el canciller les haya dicho palabras alentadoras, pero lamento profundamente, profundamente, que el presidente Humala y Nadine Heredia no les hayan abierto las puertas”.
Encubrir con el escudo de la no intervención las desnudeces del régimen venezolano en lo institucional, económico, político y humano no solo es cada día más difícil para el propio gobierno. Lo está siendo también para sus pares del vecindario, que preferirían seguir sosteniendo que la pérdida de democracia en Venezuela es solo problema de los venezolanos y que la protección de los intereses de sus países les exigen dejar hacer, dejar pasar, dejar que fluya el pretexto del enemigo exterior.
Mucho debemos a la consecuencia de personalidades como Mario Vargas Llosa, quien desde Lima pidió perdón a los venezolanos por las “muy débiles convicciones democráticas cuando no secreta complicidad de los gobiernos latinoamericanos con la dictadura venezolana”. Así vuelve a colocar la lupa sobre los gobernantes que revelan sus propias desnudeces cuando nos dan la espalda.
Cort. El Nacional
No hay comentarios:
Publicar un comentario