Este miércoles 6 de mayo, el Gobierno de Venezuela dio otra exhibición al mundo sobre su carácter retrógrado y dictatorial, al impedirle al periodista y político venezolano Teodoro Petkoff viajar a Madrid a recibir el Premio de Periodismo Ortega y Gasset 2015.
Petkoff tiene a Venezuela como cárcel, como también la tiene María Corina Machado y otros muchos venezolanos sobre los que pesa prohibición de salida del país por juicios políticos espurios en su contra.
La medida contra Petkoff surge de una demanda por difamación que presentó en su contra Diosdado Cabello, presidente de la Asamblea Nacional y del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), por reproducir en su periódico Tal Cual un reportaje del diario español ABC, que denunciaba los supuestos vínculos del parlamentario oficialista con el narcotráfico. Aparte de Petkoff, la demanda abarca a accionistas, directores, consejo editorial y dueños de Tal Cual y del diario El Nacional y el portal de noticias La Patilla.
Aunque las repercusiones que pueda tener en su imagen internacional no sea algo que le vaya a hacer torcer el camino de la dictadura y hegemonía informativa a Nicolás Maduro, este hecho ha develado aún más la cuantía del talante opresor del Gobierno y “define bien la situación del país”, como dijo Petkoff, a la comunidad de la política, la cultura y la economía internacional.
Por haberle impedido a Petkoff recibir su premio en persona, sale menoscabado el Gobierno venezolano y emerge crecido Teodoro Petkoff.
Por un lado, fue muy significativo que fuese el socialista y ex presidente del Gobierno español, Felipe González, quien recogiera el premio en su nombre. Por otro, que el escritor Mario Vargas Llosa, expresara en el acto de entrega de los Premios Ortega y Gasset, que la ausencia de Petkoff para recoger su premio “ha demostrado que el régimen de Chávez, y ahora el de Maduro, no es como pretenden, un régimen progresista y de grandes reformas sociales, sino autoritario, caudillista y populista” y afirmó que este es “un ejemplo de serenidad, acción democrática y espíritu de resistencia en un país donde la oposición está siendo acosada, perseguida, encarcelada, multada y enjuiciada. A él no le han quebrado”.
Esta demostración de autoritarismo y caudillismo también se refleja en todos los resultados de los estudios sobre las libertades de expresión e información. Por ejemplo en el Informe Global sobre la libertad de expresión, que realiza anualmente el Freedom House, Venezuela fue calificada de “no libre” y asignado el puesto número 186 de los 199 países evaluados. Freedom House citó el incremento en los ataques y amenazas en contra de periodistas; la falta de propiedad de los medios; el cerco económico que hace peligrar la viabilidad de la prensa escrita y el uso de leyes para silenciar la crítica. O como refleja también el Índice de Libertad de Prensa de Reporteros sin Fronteras, en el que Venezuela cayó 21 puntos para ubicarse en el puesto 137 (de 180 países).
Cabe recordar, como lo señaló esta semana el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Prensa (SNTP) que en la actualidad existen unas 20 leyes, códigos, reglamentos y normativas que directa o indirectamente establecen un control sobre las comunicaciones en Venezuela.
Esta pérdida de libertad de expresión y de información es un mecanismo de control de la población que debe ser combatido por todos los ciudadanos, pues de esta depende el ejercicio de otras libertades y la vida en democracia.
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