lunes, 12 de enero de 2015

Algo muy grave va a suceder/editorial Tal Cual

Fernando Rodríguez/TalCual
Un día García Márque z nar ró oralmente el cuento “Algo muy g rave va a suceder en este pueblo”. Una anciana un día se levanta con esa idea y de tanto transitar la especie de boca en boca ter mina sucediendo una catástrofe. La idea de la dama era arbitraria, sin fundamento, y el resultado insospechable. No debería ser posible, entonces, que millones de venezolanos sintamos que estamos a punto de que nos suceda algo g rave y que no suceda nada realmente.


Se puede presentir, sobre todo, en esas masas coléricas en las calles, en las inconmensurables colas para buscar qué comer o sanar algún mal, con que comienza el nada gracioso año 2015; la escase z más escasa que nunca ha habido en esta tier ra. Y en las caras alteradas y sombrías de los guardias ar mados que las acechan y amedrentan.

Pero también en el viaje insensato y desesperado de Maduro que solo recogió promesas a futuro, cuando la cosa es ya y en contante y sonante. En el petróleo que baja, baja y baja y vuelve a bajar. En los veinticinco mil muertos con que cerró el 2014, sin que nadie lo desmintiera. En la inflación más grande del mundo. En deudas y deudones en dólares. En el abismo deficitario. En condenas inter nacionales a granel y de las más selectas contra un gobier no que mata y tortura al que grita no. En esa feroz crítica de monseñor Padrón, que tanto recuerda la famosa pastoral de Monseñor Arias que lapidó a Pérez


que lapidó a Pérez Jiménez. O en los solos de groserías e insultos de Cabello y Maduro, éste ahora llamado por retruque El Monstruo de Miraflores. O en las navidades tristes y melancólicas. Y si de realismo mágico se trata en el fenecido hipopótamo de Caricuao que se comió tres pelotas de goma, a falta de su condumio natural.

O en el traje de Araguaney de Miss Venezuela, en el cual algunos ven, además de la cursilería, lo que no se debería mostrar en público. O los chinos a quienes les robaron en Caracas los yuanes que Maduro mendigaba en Pekín.

En este diario hemos evitado siempre el tremendismo y las hipérboles, esas se las dejamos a los tuiteros sin oficio y a los mayameros rabiosos, pero a decir verdad no hay pueblo que aguante tanto mal sin que termine pasando algo. Porque ya no se trata de masacres constitucionales, desajustes macroeconómicos, loqueteras ideológicas, impúdicas ignorancias, corrupción en escala galáctica, cultos necrofílicos… lo que está en juego es lo que algunos teóricos llaman secamente “la barriga”, el hambre, o el cuerpo mórbido que suplica el calmante, el carajito que chilla su carencia, los bolsillos rotos.

Como decía Antonio Pasquali hace unos días, los dioses griegos enloquecían a quienes querían perder.

Y es ciertamente la conducta del gobierno. No hacer lo que todo el mundo le dice que tiene que hacer, hasta el James Bond del Vaticano.

Intentar unificar el país y aplicar las dolorosas terapias sin las cuales no hay salud económica imaginable y que no se atreven a hacerlo. Es más, hacen lo contrario, el nombramiento delictivo de los poderes o esa verborragia hueca y bélica en economía mientras se cae la casa a ojos vista, por ejemplo, Aquí va a pasar algo muy grave. ¿Qué? ¡Ah no, eso no lo sabemos! Imaginémoslo juntos, para que salga lo mejor posible.

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