Fernando Rodríguez/TalCual
A menudo se suele decir que la oposición no termina de funcionar porque no tiene un programa alterno al bolivariano en el poder. A nosotros nos parece que el asunto es exactamente a la inversa. El bolivarianismo, socialismo del siglo XXI, chavismo o como se quiera llamar el engendro es todo menos un proyecto, si por tal se entiende un fin claro al cual deben conducir estrategias no menos definidas.
No en vano más de uno, seguidor u opositor, se ha devanado los sesos inútilmente tratando de encontrarle alguna coherencia al bojote en cuestión. Se trata de una olla podrida populista en la que, como en todo populismo, cabe cuanto ingrediente se necesite para manipular los resortes más primarios e inmediatistas de la conciencia popular. De ahí su necesario eclecticismo y oportunismo, su asistencialismo paternalista, su caudillismo, su retórica vacua y rimbombante, su telurismo primitivo, su pragmatismo impúdico, su tolerancia con la corrupción y la ilegalidad y su desprecio por las normas democráticas y meramente civilizadas. Decir que esto es marxismo leninismo, como han afirmado los obispos recientemente, no es más que una hipérbole desafinada.
O que es una variante socialdemócrata que desconoce la sindéresis y eficacia, por citar un solo ejemplo, de los países escandinavos.
Como igualmente es inadecuado tratarla de fascismo, así tenga muchas características con que Umberto Eco tipifica ese concepto polifónico y evanescente. Es, para sintetizar, un arroz con lechosa confeccionado por la mente delirante, inculta y narcisista de Hugo Chávez. Efectiva como movilizadora de las mayorías, ciertamente lo ha sido.
Es otro problema.
La MUD, al ser un frente, heterogéneo por naturaleza, no puede sino tener una ideología abierta, genérica. Pero eso no la hace incoherente y mucho menos inexistente. Desde los inicios mismos de su unificación, y dejando de lado a los fanáticos del circo, se han trabajado hasta el detalle no uno sino varios programas. Pero importa decir que las líneas generales de éstos son tan claras y precisas que se han convertido en realidades visibles y tangibles. Nos referimos a la complementariedad y equilibrio de la propiedad privada y el Estado en el plano económico y el respeto de la Constitución en el plano político. Eso ha sido repetido en todos los tonos y con todos los matices y el desastre que vivimos material, política y moralmente no es sino el resultado de los ataques forajidos a esos principios. Que son lugares comunes, abc de la modernidad, de acuerdo. Pero por ello mismo lo suficientemente esclarecedores para salir de la pocilga histórica en que vivimos.
La discusión sobre la MUD debe ubicarse en otros terrenos. Pensamos que, ciertamente, existe un problema comunicacional importante, producto de la voracidad hegemónica y antidemocrática del gobierno que ha dado sus frutos. Habría que plantearse el problema.
Si según las encuestas los cinco venezolanos más populares son opositores sería estupendo que, superando rivalidades y antagonismos, pudiesen cantar a menudo en coro, así sea inevitable uno que otro codazo.
Que a pesar de la unidad, afloren matices ideológicos. El “izquierdista” de Falcón y Un Nuevo Tiempo, verbigracia, no es demasiado grave siempre que sea comedido y no deja de ser interesante. Un día vendrá en que esos sean los problemas de bulto, por ahora hay que limpiar y reconstruir la casa de todos.
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