A las tres de la mañana, una tropa armada del oficialismo toma por la fuerza la sede de un partido político. Todo es calma en la avenida Las Palmas de Caracas, pero el sosiego de la madrugada es interrumpido por un grupo desenfrenado que penetra a la fuerza en las oficinas de Copei.
Se desencadena entonces una serie de eventos insólitos, que dan cuenta de la situación de arbitrariedad a la que pueden ser sometidas unas organizaciones que funcionan de acuerdo con la ley.
Tres horas más tarde, cuando apenas sale el sol, se presenta un tumulto de mujeres que claman por vivienda propia y son recibidas por los primeros ocupantes, es decir, por la avanzada armada que parece esperarlas con anhelo. Les abren la puerta sin chistar, no en balde se muestran solidarios con la reivindicación que proclaman: vivienda digna, justicia social, etc. Pero, ¿es esa búsqueda de cobijo lo que mueve la insólita madrugada de Las Palmas?
No pareciera. En breve se presenta un pelotón de la Guardia del Pueblo que toma por la fuerza la totalidad de las oficinas en una operación caracterizada por la celeridad. Se hacen del local en un santiamén, para esperar la llegada de la PNB y de grupos del Sebin que no tardan en presentarse con equipos expertos en el descubrimiento de explosivos y con unos perros entrenados en la localización de dinamita y de otros ingredientes para fabricar bombas. La toma del local y el registro se realizan sin la presencia de los testigos que manda la ley.
La directiva de Copei se presenta en el lugar de los hechos para exigir una explicación. Todavía esperan respuesta. Los responsables del allanamiento no se dignan a dirigirles la palabra, mucho menos a presentar la orden del juez.
Los líderes copeyanos insisten en su solicitud de aclaratorias cuando observan que los guardias sacan unas cajas en las cuales dicen que llevan pruebas de la existencia de explosivos localizados en el lugar. Silencio de nuevo. Hermetismo total, mientras llegan otras novedades alarmantes: doce sedes de Copei, en diversas ciudades, han sido amenazadas con consignas violentas y han sido pintadas con letreros amenazantes.
Pero el espectáculo se torna más insólito. De pronto llega a Las Palmas un grupo de “colectivos disidentes”, quienes hacen causa común con las humildes mujeres que han llevado a cabo su toma de las primeras horas. Piden “vivienda digna”, pero también gritan reproches contra el gobierno de Maduro que no ha atendido a las familias humildes como se merecen. ¿Cabe mayor desorden, mayor confusión, mayor trastorno de ideas y de propósitos? ¿Cabe mayor arbitrariedad?
En la víspera, Copei cometió el “pecado” de apoyar el llamado a la transición que provocó la prisión del alcalde Ledezma. Si tal decisión, propia de la democracia y acogida al derecho que asiste a la ciudadanía, condujo a esta especie de toma delincuencial de la casa de un partido político, ya se baila en Venezuela el deplorable joropo que vaticinó un célebre dirigente socialcristiano.
Fuente: El Nacional
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