jueves, 12 de febrero de 2015

¿Ceguera o falta de guáramo?/editorial TalCual jueves 12feb15

Por: Xabier Coscojuela/TalCual
¿Y si, de repente, Nicolás Maduro cree que lo está haciendo bien? Esa es una posibilidad por la que habrá que pasearse. Hay quienes estiman que el Presidente está atrapado, y casi sin salida, ante la grave coyuntura económica por la que atraviesa el país; pero es también probable que Nicolás apuesta a la necesidad de más Estado, más controles y más represión para enderezar los entuertos.


Nosotros pensamos ­como la gran mayoría del país­ que esa sería una vía equivocada, pero la formación política del jefe del Estado nos lleva a la conclusión de que está convencido de su camino. De que, en verdad, asegura que está siendo sometido a una “guerra económica”.

No dudamos que haya gente interesada en salir de este desastroso gobierno “a como dé lugar” y estén dispuestos a usar cualquier mecanismo para lograrlo, pero no compartimos la opinión de que lo que hay aquí es una conspiración en toda su regla.

La economía del país está como está como consecuencia de una visión atrasada de la misma que ha fracasado en todas partes, pero hay quienes no quieren aceptar esa realidad. Es por ello que ante la desobediencia de la economía a sus caprichos, prefieren utilizar a la policía antes que a los economistas. ¿Cuántos economistas hay en el gabinete de Maduro? ¿Cuántos militares? Esa composición ministerial puede explicar, en parte, lo que está ocurriendo en el Palacio de Miraflores.

Según la visión de Maduro las empresas del Estado son más eficientes que las que están en manos privadas. Eso está en el núcleo de su concepción ideológica.

No importa que la realidad le diga lo contrario. Con solo pasearse por los balances de las empresas públicas, cualquier persona sensata debería dudar de sus convicciones, pero la gente de fe es así. Los dogmas tienen esas consecuencias. Que las empresas de Guayana, las cementeras recién expropiadas, las de producción de café, tengan los números más rojos que el rojo del partido comunista no le impide al Presidente reafirmarse en sus creencias.

El mercado es una categoría que ignora.

Eso de que los precios se fijen por la ley de la oferta y la demanda no va con él. Prefiere hacerlo por decreto para “proteger” al pueblo. Que la inflación en alimentos haya alcanzado el año pasado el 93%, no le dice nada. Esa subida que es un ataque mortal para el bolsillo de los venezolanos, pero en particular para los más pobres es, según su visión sobre la economía, una parte de la “guerra económica”.

Otra posibilidad es que Maduro esté consciente de que el modelo no funciona, pero no tenga guáramos suficientes para rectificar, ya que hacerlo significaría darle la razón a quienes afirman que Hugo Chávez es el padre de este desastre en que está sumido el país. Reconocer su fracaso no está entre sus opciones. Prefiere huir hacia delante.

En cualquiera de los dos escenarios intervenir empresas, poner presos a sus directivos o gerentes, le sirve para justificar los desastres cotidianos. Puede que haya una parte de la población que crea en la propaganda oficial, y compra el discurso de la “guerra económica”, razón por la cual Maduro alimenta esa visión. Eso le permite reagrupar a una parte de sus seguidores, no todos, pues aquello de que “con hambre y desempleo con Chávez me resteo” ya pasó a la historia.

Los anuncios del martes ratifican que los cambios que se vayan a realizar serán los más moderado posible. El modelo se mantiene, el fracaso será mayor y los venezolanos, independientemente de su creencia política, pagarán las consecuencias con más inflación, escasez, desabastecimiento, inseguridad y peores servicios públicos. La unidad más amplia posible se impone para revertir esta situación. Los factores democráticos del país están ante una gran oportunidad que no se debe desaprovechar.

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