Tanto se tensa el alma del cuerpo engañado que dentro de poco tiempo se revientan las amarras y salpicones irán a dar al rostro de los que se robaron el país para acabar con el amor chavista
LUIS GERMÁN CABRERA BRAZÓN/TalCualDigital
La desgracia que está viviendo el país, cuya responsabilidad absoluta se centra en un gobierno maniqueista, que todo lo controla y espera solo silencio del estoicismo de un pueblo que vive en el cansancio, una de una retórica rayana en la “mano dura” y la radicalización de una revolución panfletuda a base de un populismo ramplón.
En el gobierno anterior se pasaron catorce años con una verborrea de socialismo, programa político fracasado en todos los países donde se quiso instalar, para no llegar a nada o dejaron esta calunga que nos baña. Fueron años de muerte al presidente, golpes de estado, guerra económica, sabotajes, guerra bacteriológica, conspiración, guerra comunicacional y un gran etcétera.
El glorioso pueblo vio todo lo contrario: expropiaciones, detenciones arbitrarias, tortura, batallas ideológicas, escasez, desabastecimiento, corrupción, inflación, robos continuados al erario público, deterioro de la educación, diezmaron a la industria privada y elevaron de grado el estamento militar para dirigir y controlar el país.
Tuvieron todo el dinero del mundo a su disposición; la gente les seguía sus cantos de sirena y un unicornio de promesas se lanzaron, cual chucherías de piñatas, en esa rebatiña del poder que los pone al borde de la locura sin control por la corrupción que galopa por la izquierda para acabar con la esperanza de un pueblo que en su oportunidad aplaudió, también, el saqueo a la industria petrolera, la devastación del sector agrícola y pecuario, intervención supina y militar en las industrias básicas de Guayana, toma arbitraria de las industrias alimentarias, automotriz y cementeras, con el cuento de la propiedad colectiva, solidaria y socialista.
Tanto amor empalaga. Se emborracharon de amor y no llegaron a nada. No se cumplió con la oferta y quedaron como capilla sin santo. La inmensa cantidad de dinero recaudado se repartió entre empresarios de maletín rojo que patentó de la manera más grosera esta inflación que va para lo peor, cuando cada día que pasa más vacía se ve la estantería en los expendios de alimentos, medicinas, repuestos, calzados, librerías, vestidos. Licorerías, delicateses etc.
Las mentiras y engaños de hoy son más notorias; se vive en medio de una profunda crisis política, social, económica, ética y moral que llega hasta el egoísmo, desesperación, incertidumbre, odio, racismo y expresiones vulgares de la más baja ralea.
“A lo que hemos llegado”, es una expresión de lo más común en la gente que coge acera con la cabeza entre las manos, de tanto hacer colas, viendo cómo se desmorona ante sus ojos el país rico en petróleo, pero muy pobre a la hora de tomar decisiones sabias y oportunas. Fueron arquitectos de una burbuja que se quedó en el despegue.
Como el cuento de los “brujos” nuestros que ofrecen salvar la vida al paciente a través de la orina o las volutas de humo de un tabaco, una vela se apaga al menor asomo de la maldad o llaman a cuanto existen en el santoral para que vengan en ayuda. El paciente murió por una ingesta de promesas.
Es tanta la maldad que hace este gobierno contra los venezolanos y venezolanas, que llega hasta utilizar escenas subliminales no ya para lo libido, sino hacia la parte baja del estómago convirtiendo su hambre en realidad; una distracción más de payaso de circo para hacer ver que este el paraíso donde comienza la felicidad.
Tanto se tensa el alma del cuerpo engañado que dentro de poco tiempo se revientan las amarras y salpicones irán a dar al rostro de los que se robaron el país para acabar con el amor chavista.
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