La imagen de la Fuerza Armada Nacional está cada día más deteriorada. El hecho de convertirse en parte importante de una gestión de gobierno con tan mala reputación no puede dejarlos ilesos.
La imagen de la Fuerza Armada Nacional está cada día más deteriorada. Haberse convertido en uno de los pilares del actual gobierno tiene su costo. Una gestión tan mal evaluada por la mayoría de los venezolanos no podía tener otra consecuencia sobre la institución armada que su pérdida de credibilidad y confianza para una buena parte de los ciudadanos. El hecho de convertirse en parte importante de una gestión de gobierno con tan mala reputación no puede dejarlos ilesos.
Su implicación en funciones gubernamentales para las cuales no está preparada le está pasando factura. En estos momentos hay tres áreas de la acción gubernamental donde los militares tienen rol protagónico.
El primero de ellos es la seguridad personal. Desde la elección de Nicolás Maduro como Presidente tres altos oficiales han ocupado la cartera de Relaciones Interiores. La estrenó el general Miguel Rodríguez Torres, quien estuvo muy activo y mediático. Se propuso encuadrar al país para poner bajo control a la delincuencia, pero su fracaso fue estrepitoso.
Le sucedió la almiranta Carmen Meléndez, quien fue más bulla que la cabuya, pues tampoco tomó acciones efectivas para controlar el malandraje que impone la ley en las calles de Venezuela. Fue sustituida por el general Gustavo González López, quien tiene poco tiempo en el cargo, pero dudamos que vaya a revertir la situación.
Otro sector en manos de militares son las finanzas del país. El riesgo país no hace sino crecer, lo que encarece el endeudamiento. Las cuentas no cuadran por ningún lado. La inflación está haciendo estragos y según los expertos la emisión de dinero inorgánico tiene mucho que ver con el tema.
El sistema para administrar los escasos dólares no funciona en ninguna de sus tres versiones. El Simadi, creado para pulverizar el dólar negro, está perdiendo la pelea claramente. El que se iba a vender a 12 bolívares sigue sin aparecer, y el de 6,30 bolos por unidad no parece tener incidencia sobre la inflación.
El tercer sector donde los militares tienen protagonismo es el de la alimentación. Los anaqueles de mercados, automercados y supermercados están más vacías que las calles de Caracas después de las 7 de la noche, demostrando clamorosamente que en esta área también se anotan un fracaso estruendoso. El desabastecimiento pica y se extiende. No han encontrado la manera de atajarlo.
Con la actuación que han venido demostrando en estos tres campos la clase militar ha logrado que la percepción, de buena parte de los venezolanos, sobre sus capacidades sea muy mala. Si se agregara el papel que vienen cumpliendo frente al contrabando de gasolina, víveres y alimentos que se produce por todas las fronteras del país, pues la imagen no puede ser peor. Es algo que deberían evaluar.
Cort. TalCualDigital
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